miércoles, 27 de mayo de 2015

Una crónica del lugar donde Gabriel García Márquez conoció el hielo

Una nota imperdible de Aracataca, el Macondo donde nació García Márquez

"Traían mulas cargadas con cosas de comer, carretas de bueyes con muebles y utensilios domésticos, puros y simples accesorios terrestres puestos en venta sin aspavientos por los mercachifles de la realidad cotidiana." Cien años de soledad

"José Arcadio Buendía enterró la lanza en el patio y degolló uno tras otro sus magníficos gallos de pelea".Cien años de soledad.

"Don Apolinar Moscote tuvo dificultad para identificar aquel conspirador de botas altas y fusil terciado a la espalda con quien había jugado dominó hasta las nueve de la noche.Esto es un disparate, Aurelito,exclamó. Ningún disparate, dijo Aureliano. Es la guerra. Y no me vuelva a decir Aurelito, que ya soy el coronel Aureliano Buendía". Cien años de soledad

"Un patio con un castaño gigantesco, un huerto bien plantado y un corral donde vivían en comunidad pacífica los chivo, los cerdos y las gallinas". Cien años de soledad

"No vio las doncellas que saltaban cómo sábalos en los ríos transparentes para dejarles a los pasajeros del tren la amargura de sus senos espléndidos" Cien años de soledad.

Toda la obra de Gabriel García Márquez./lanacion.com

A cien kilómetros de Santa Marta, en la costa Caribe colombiana, existe un Caribe interior. Allí está Aracataca, el pueblo donde nació Gabriel García Márquez, en 1927. Desde entonces, el pueblo que dio origen a su imaginario Macondo, poco ha cambiado: la acequia, construida por una empresa norteamericana en aquellos tiempos para desviar el curso del agua hacia sus plantaciones de banano sigue allí. Y ahora es peor, porque los niños se bañan en el agua contaminada. Hoy Aracataca no tiene servicio de agua potable y sufre, con temperaturas que superan los 40° C, cortes de luz de más de seis horas diarias.
Al olvido de Aracataca se suma otra peste: el tren. Cada tres minutos veinte segundos el pueblo queda dividido en dos: eso tarda en pasar el tren de carbón que tiene 120 vagones que rajan los cimientos de las casas. Los lugareños la saben una batalla perdida: Colombia es el primer productor de carbón de América latina. Los cataqueros sueñan con que, al menos, regrese el tren de pasajeros y así su estación abandonada vuelva a vivir.
Salvo en las tres cuadras de la calle principal, donde motociclistas, conductores de bicitaxis y motocarros -allí los autos son excepcionales- son los dueños del ruido, en las calles interiores, a sólo unos metros, a cualquier hora se escuchan los propios pasos. No hay música. Hay gente en la puerta de sus casas, jugando al póquer, al dominó o simplemente mirando vacío. Soportando. A la espera.
Este domingo, en La Nación Revista, no te pierdas la crónica de nuestros enviados especiales Daniel Pessah y Emilse Pizarro a Aracataca, el Macondo de Gabriel García Márquez.

Puertorriqueño reúne en libro anécdotas de encuentros con García Márquez

Cuando se cumplen seis meses de la muerte de Gabriel García Márquez, Josean Ramos publica Así habló el Gabo, un libro en el que relata anécdotas de sus encuentros con el escritor 

Gabriel García Márquez en grafiti para el homenaje del Parlamento Europeo/Embajada de Colombia en Bruselas, Bélgica./wradio.com.co

Ramos contó  que la primera vez que se encontró cara a cara con el Premio Nobel de Literatura de 1982 fue a mediados de 1985 cuando viajó de Puerto Rico a México para visitar la residencia del escritor colombiano en El Pedregal de San Ángel, en Ciudad de México, y pedirle que le concediera una entrevista.
'Mi mayor dificultad y miedo era qué le iba a preguntar, porque yo sabía ya muchísimo de su vida', dijo Ramos sobre el autor de Crónica de una muerte anunciada y El coronel no tiene quien le escriba.
El comunicador boricua, quien en aquel entonces tenía 30 años, relata que cuando llegó a la residencia de García Márquez, fijó en la entrada un aviso que decía: 'Te lo juro, Gabo, no me doy por vencido'.
Un rato más tarde y escondido entre los arbustos fuera de la vivienda, avistó un vehículo que llegaba, conducido por García Márquez, quien iba acompañado de su esposa, Mercedes Barcha.
Ramos se acercó al auto y le pidió al escritor que bajara el cristal. El entonces joven periodista pidió al novelista que le concediera una entrevista e incluso aprovechó para tomarle algunas fotos.
García Márquez le dijo a Ramos que no podía concederle la entrevista en ese momento pero le preguntó cúanto tiempo iba a estar en México, a lo que éste contestó que se quedaría hasta que tuviera la entrevista.
Varias semanas después, concretamente el 26 de agosto de 1985, a las dos de la tarde ambos se encontraron, recuerda Ramos, quien reconoce entre risas que llegó tres horas antes de la cita pautada para hacer la esperada entrevista.
Cuando llegó la hora, una empleada abrió la puerta a Ramos. García Márquez, luciendo un mahón y una chaqueta de este mismo tipo de tela, le invitó a su rincón de escritura, lleno de libros, discos de música y una flor amarilla, sobre la que luego explicaría que era su color predilecto y le daba suerte.
Aunque al autor colombiano de  Cien años de soledad  no le gustaba que lo entrevistaran con grabadora de casete, sí se lo permitió al boricua, pero con la condición de que él también lo hiciera.
'Yo, que vivo de las palabras, que trabajo con las palabras, tengo que andar con un gran cuidado porque mi peor enemigo también son las palabras', explicó entonces García Márquez a Ramos.
Ambos hablaron de diversos temas, desde el por qué de los títulos de las obras de García Márquez, hasta sus 'indirectos viajes' a Puerto Rico, pasando por su afán por la música caribeña, que incluía canciones de los boricuas Daniel Santos, Héctor Lavoe y Ruth Fernández.
También conversaron sobre  El amor en los tiempos del cólera, ya que 'en ese momento, el Gabo le estaba dando la primera lectura a su nueva obra. Vi los manuscritos, tenía una letra bien bonita, ondulada y bien nítida', relató Ramos.
García Márquez también le contó que en varias ocasiones había viajado a San Juan, pero que en todas ellas solo se puedo quedar en un cuartito del aeropuerto de la capital puertorriqueña, bajo vigilancia de las autoridades, debido a que no poseía visa para entrar a EEUU, país del que Puerto Rico es un Estado Libre Asociado.
Al terminar la entrevista, García Márquez le entregó a Ramos el casete donde había grabado la conversación por si a éste no le había funcionado el suyo.
'Esa gentileza me dejó reconocer quién era Gabriel García Márquez', puntualizó el periodista puertorriqueño, que coincidió por tercera vez con el escritor en el Festival del Caribe de 1994 en Cartagena de Indias cuando le otorgaron la Medalla de la Hermandad del Caribe.
'Cuando nos vimos, le dice a su esposa: 'mira, éste fue el que nos asaltó en México'', recordó hoy con nostalgia.