martes, 16 de diciembre de 2014

El año en que se fue Gabriel García Márquez

Un día de abril de 2014 el cielo se llenó de mariposas amarillas para despedir a Gabriel García Márquez, el maestro del realismo mágico, el colombiano eterno que se marchó tras dejar un enorme legado que queda entre las joyas de la literatura

Gabriel García Márquez, 1927-2014, sudario./Rodrigo García Barcha. /lainformacion.com
Era el 17 de abril cuando se apagaba a los 87 años la vida de García Márquez en su domicilio de la capital mexicana, ubicado en la calle Fuego, tras no superar una infección pulmonar.
El novelista había llegado el 8 de abril a su casa en camilla, trasladado por una ambulancia del hospital donde estuvo internado unos días y, como pasó con su estado de salud en los últimos años, el hermetismo fue total sobre su evolución hasta el fallecimiento.
Fue precisamente junto a esa fachada de piedra y ladrillo donde el galardonado con el Nobel de Literatura en 1982 fue visto en público una de las últimas veces, el 6 de marzo, día de su cumpleaños, cuando salió a saludar a los periodistas que acudieron a felicitarlo.
Con una rosa amarilla en la solapa, su flor favorita, y una gran sonrisa, Gabo fue festejado por los comunicadores con "Las Mañanitas", la canción típica de cumpleaños en México.
Cada 6 de marzo decenas de periodistas acudían a su casa y eran testigos de la llegada de flores y regalos para celebrar cada cumpleaños del maestro del realismo mágico.
Aunque pasaba temporadas en su Colombia natal, sobre todo en Cartagena de Indias, García Márquez convirtió en su hogar hace más de medio siglo a México, donde escribió su novela más universal, "Cien años de soledad".
De su mudanza a México presumía su amigo y escritor Álvaro Mutis (1923-2013), pero lo cierto es que un viaje circunstancial, el 2 de julio de 1961 y que solo duraría una semana, se convirtió en definitivo y con el tiempo se fue vinculando al país.
Casi siempre sin avisar y cada vez con menos frecuencia, aparecía en eventos públicos de sus amigos, en conciertos de sus artistas favoritos, como Joaquín Sabina o Diego "El Cigala". Sigiloso, sin querer llamar la atención, pese a que movía multitudes.
En sus últimos años de vida corrieron rumores de que estaba perdiendo la memoria, que se estaba apagando poco a poco la mente brillante que enamoró al mundo con obras eternas como El amor en los tiempos del cólera, El coronel no tiene quien le escriba, La hojarasca, El otoño del patriarca, Crónica de una muerte anunciada,  El general en su laberinto.
Sin embargo, estos últimos tiempos no quitaron un ápice de valor al legado que el escritor deja a la literatura universal.
García Márquez "se queda en sus libros, y se va a quedar no ahora, no para nosotros, porque dentro de 500 años y dentro de mil, si existimos, habrá quienes estén leyendo al Gabo", asegura su amiga y escritora Ángeles Mastretta.
La venta de su archivo personal, compuesto por manuscritos, notas, fotos y correspondencia, al Centro Harry Ransom de la Universidad de Texas (Estados Unidos) suscitó polémica hace unos días. Sin embargo, personas de su entorno defendieron la decisión de la familia.
Jaime Abello, director general de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), dijo a Efe que el "legado" más importante de Gabo no era otro sino "su propia obra literaria" y sus "ideas", aún por estudiar y evaluar.
Queda, además, el cine, en el que trabajó como guionista en la escuela de cinematografía de Cuba y el festival de cine de Cartagena, "con el que se comprometió tanto", comentó Abello.
Y otro gran legado, fruto de su gran pasión, es la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, ya que Gabo quería ser recordado como periodista antes que nada y como el creador del mejor periódico del mundo, un sueño que intentó en varias etapas de su vida, pero que no pudo realizar.
"No quiero que se me recuerde ni por  Cien años de soledad ni por lo del nobel, sino por el periódico", dijo en alguna ocasión García Márquez. "Nací periodista y hoy me siento más reportero que nunca, lo llevo en la sangre, me tira", decía.
A lo largo de su vida, trabajó en numerosos medios, sobre todo en Colombia, como El Heraldo, El Universal, El Espectador o la Agencia de Prensa Latina, entre otros.
Sin embargo, por diferentes motivos nunca pudo cumplir su sueño, dijo Abello, por lo que decidió crear la fundación para "entrenar a los jóvenes" y que algún día haya alguien que haga el mejor periódico del mundo y con ello cumpla en su nombre su sueño.

Solemne despedida de Gabo en Bogotá, del aguacero a la lluvia de mariposas amarillas

Gabo que estás en los cielos

Después del multitudinario homenaje en México, su país de acogida, la memoria de Gabriel García Márquez fue honrada en su Colombia natal con una muy solemne despedida en la Catedral de Bogotá en la que no faltó la música sacra ni la habitual lluvia que afeó el vuelo de las mariposas amarillas

Gabriel García Márquez fue despedido en la Catedral Primada de Bogotá, Colombia bajo un aguacero y una lluvia de mariposas amarillas./lainformacion.com
El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y su familia encabezaron la comitiva oficial integrada por ministros, congresistas y algunos personajes de la cultura, mientras que pocos centenares de ciudadanos terminaron de llenar el aforo del templo.
Aunque el Nobel de Literatura de 1982 era agnóstico, según sus biógrafos, los organizadores quisieron hacer un homenaje "muy solemne y sentido", según dijo a Efe la viceministra de Cultura, María Claudia López.
"Para la cultura colombiana no cabe la menor duda de que García Márquez es el personaje de mayor envergadura y más importante que ha tenido este país a nivel artístico y cultural y por eso estos homenajes tan sentidos, para honrar su cultura y despedirle", afirmó.
Bajo un cielo que amenazaba con lluvia y dejó ir algunas gotas, una fila de personas cruzaba la céntrica plaza de Bolívar, habitual púlpito de la sociedad colombiana, para poder ocupar algunos puestos en la Catedral Primada de Bogotá.
Los más madrugadores habían llegado dos horas antes del inicio del homenaje, convencidos de que como colombianos tenían que hacer acto de presencia en el acto central que se celebraba en el país, a pesar de que fuera convocado un martes en horas laborables.
Por eso, entre quienes pudieron acercarse a despedir al Nobel colombiano, cuyas cenizas permanecen en México en custodia de la familia afincada allí desde hace décadas, predominaban personas mayores y algunos turistas.
Pero entre ellos también se encontraba Yeiner, un niño de siete años que lucía su uniforme colegial y que mostraba orgulloso un afiche con un dibujo de la cara de García Márquez y sus libros que tardó en hacer dos días para "darle un adiós a Gabriel".
"Era un magnífico escritor y muy consciente de la situación en Colombia", dijo a Efe Álvaro José Restrepo, el primero de la fila, mientras que Liliana Guzmán, esperaba con un ramito de flores amarillas en honor a las mariposas amarillas que acompañaron el enamoramiento de Mauricio Babilonia en "Cien años de soledad".
"Considero que se nos murió el colombiano más grande de todos los tiempos", afirmó Guzmán al retratar a Gabo como "el colombiano por el que se conoce el país con legitimidad en el mundo, por encima de otras cosas malas que se identifican con el país", en una defensa de quienes consideran que abandonó su tierra a su suerte.
El arzobispo de Bogotá, el cardenal Rubén Salazar, abrió la ceremonia con una lectura de las bienaventuranzas de Jesús en el Sermón de la Montaña seguida por el Réquiem en Re Menor de Mozart interpretado por la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia y la Sociedad Coral Santa Cecilia.
En la plaza de Bolívar se dispusieron tres pantallas para seguir lo que sucedía dentro, y más viandantes curiosos que determinados seguidores aprovecharon cuatro rayos de sol de mediodía para escuchar atentamente una hora y cuarto de Réquiem.
Por último, justo cuando el presidente llamó a un aplauso en el interior de la Catedral, el cielo rompió a llorar en un fuerte aguacero que dificultó la salida de las autoridades y deslució la lluvia de mariposas amarillas que iban a salir de dos cañones a las puertas de la catedral.
Impertérrito y bajo la lluvia, el conjunto vallenato siguió tocando en la Plaza de Bolívar al finalizar el acto las canciones que sonaron cuando recibió el Nobel y que más habría disfrutado del homenaje: "La creciente", "La diosa coronada", "La patillalera" y "Jaime Molina".