jueves, 11 de diciembre de 2014

Gabo

Gabo que estás en los cielos

Su existencia fue el testimonio de un ser humano en búsqueda de creación que, a base de cuidado, compromiso y conciencia crítica, se insertó en la historia literaria del mundo para invitarnos a leer, escribir y ser

 
Gabriel García Márquez, un escritor para leer y releer./elespectador.com
Qué buen complemento del leer y el escribir, ocuparnos hoy de esta espléndida personalidad Caribe y del mejor novelista colombiano, en toda su historia. Tracemos entonces, a grandes zancadas, unas reflexiones sobre su vida ejemplar. Mi acercamiento a él fue paulatino, y por supuesto que, a raíz del Nobel, aumentó mi interés por leer y disfrutar su obra, hasta su final tranquilo de 2014 en México.
Al revisar su labor, conocimos su progresivo éxito, con base en el trabajo tesonero; el compromiso con la causa socialista y democrática; su contribución a la búsqueda de la paz y su defensa de la vida. Todo esto, nos indica la evolución magnífica de un colombiano, de un hijo de la América Latina, de un ciudadano del mundo que se hizo acreedor al amor y respeto de sus lectores por lo que fue, y por haberse convertido en un artista del idioma y de la imaginación creadora.
¿Cómo olvidar la magnífica experiencia periodística plasmada en El Universal, El Heraldo y, sobre todo, en El Espectador? ¿Cómo no reconocer la vitalidad de García Márquez aún en sus últimos años de existencia? El cuidado de su vocación; la conciencia de su importancia como escritor latinoamericano excepcional, apoyadas por su merecida liberación económica, le permitieron seguir incrementando su producción literaria con textos de calidad que aumentaron su prestigio. Y para hacerlo, siguió leyendo y escribiendo acompañado por su música: Mozart, Chopin, Bach, Frank, Schumann, Wagner, Debussy, Brukner, Brahms, Satie, Beethoven… los vallenatos y los boleros.
Si recorremos su transcurrir vital, a partir del otorgamiento del Nobel, vamos a encontrar que no bajó la guardia frente al peso inmenso del prestigio, sino que -metódica y plácidamente- ejercitó su cerebro y “calentó el brazo”, para compartir con los millones de lectores lo mejor de su fecunda existencia. Cuán grato, como colombiano y latinoamericano, es ver sus obras en las mejores librerías y bibliotecas del mundo. Y: ¿cómo no tener en cuenta la creación en Cuba de la Fundación para el Nuevo Cine Latinoamericano (FNCL), y de la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) en Cartagena?
Los personajes que se ocuparon de él han sido jefes de Estado, literatos de prestigio mundial, profesores universitarios, periodistas y personalidades quienes, habiéndolo conocido y/o estudiado en distintos momentos, han dado a conocer percepciones sobre su desarrollo histórico y el impacto de sus obras. El trasegar en torno a las realizaciones de GABO, es una invitación a conocer su lucha, limitaciones, búsquedas y dedicación, hasta su triunfo internacional. No olvidemos: su lectura es uno de los pasos posibles para aprender a escribir.
Una de las grandes satisfacciones que tuvo Gabo, fue poder contar con un serio biógrafo inglés. Pienso que el libro Gabriel García Márquez. Una vida, ayudará eficazmente a la perdurabilidad de su obra. El texto está estructurado en tres partes, con ocho capítulos cada una, que permiten comprender contextualmente su evolución: 1- Colombia, su punto de referencia sustantivo. 2- Europa y América Latina, que le facilitaron enriquecer su personalidad y su visión de la existencia humana. 3- El hombre de mundo, que disfruta de su fama y participación en política, estando cerca del poder. De la revisión de esta obra, puede inferirse una gran compenetración del autor con los diversos contextos, el estilo, la evolución, la calidad de sus contenidos y la personalidad del biografiado.
Es el descubrimiento más significativo que encuentra Gerald Martin en la lengua castellana del siglo XX, y está de acuerdo en designarlo “el Cervantes de nuestro tiempo”. El libro es la narración de la vida de un joven perteneciente a los espectros medios de la población que, gracias al desarrollo de su vocación, asciende a la cúspide del prestigio mundial por la calidad del trabajo literario y la magia de sus escritos. ¿Por qué leerlo? Porque aún es tiempo para potenciar vocaciones literarias que se acerquen creativamente a la comprensión de nuestra compleja realidad y a sus procesos de fortalecimiento democrático. Y también: porque la vida de García Márquez es un paradigma de trabajo responsable y superación. En pleno siglo XXI la juventud, latinoamericana y mundial, necesita ejemplos vivos que le enseñen a insertarse en la transformación de la realidad y a ser significantes en medio de las globalizaciones. Para los estudiosos universitarios, esta biografía es indispensable para comprender la evolución de un latinoamericano ejemplar por su sensibilidad con los más importantes valores libertarios occidentales.
La entrega de la segunda edición especial de “Cien años de soledad” y el Acto Solemne de Cartagena en 2007, fueron hechos político–literarios de alcance iberoamericano, que nos enalteció como colombianos y permitió mostrar que -en medio de un grave desajuste político–institucional, que puso en peligro la supervivencia de nuestra democracia- el reconocimiento a García Márquez nos exaltó ante el mundo y recordó ostensiblemente que Colombia no era, ni es, solo corrupción, pseudogerrilla, paramilitarismo, narcotráfico y todas sus nefastas combinaciones, que hay que enfrentar con más democracia y no solo con represión.
Ante las deficiencias permanentes que existen sobre el dominio de nuestro idioma -a lo largo de todo el sistema educativo- ¿no habrá llegado el momento de estudiar la institucionalización de la Cátedra García Márquez y organizar talleres regionales, dirigidos especialmente a profesores universitarios, para facilitar el surgimiento de nuevas vocaciones con amor por las artes y los oficios de leer y escribir?
Para la juventud universitaria, tan necesitada de ejemplos vivos de consagración y de triunfo, la vida de Gabo está abierta a su consideración, deseando no olvidar que, en medio de la gran desolación producida por las violencias, los actuales impactos de las conductas desviadas (anomias) y las faltas de cohesión social (atonías), existen caminos que invitan a seguir impulsando la construcción de una sociedad justa (con estructuras que institucionalicen la equidad ante el poder); pacífica (con ausencia de violencia abierta y estructural); libre (relacionada con todos los países y sin sometimiento a potencia alguna); y en búsqueda de un proceso de desarrollo sostenido y democrático.
Conocedores de la obra de Gabo, afirmemos nuestro amor al universo, la Tierra, la vida y lo humano. ¡Leámoslo y releámoslo!

García Lupo: "El trabajo de Gabo en Prensa Latina fue destruido, bajo sospecha ideológica"

Gabo que estás en los cielos

Rogelio García Lupo. Periodista argentino y compañero de García Márquez

Rogelio García Lupo fue compañero de García Márquez en Prensa Latina./revista Ñ
“El trabajo de Gabo, nuestro trabajo, todo el periodismo de los años 59 y 60 fue destruido cuando salimos de Prensa Latina, bajo sospecha ideológica. Quienes pasaron a dirigir la agencia eran del más cerrado stalinismo. Muchos años después, Gabo reunió sus escritos de prensa y no hay entre ellos un solo despacho de la agencia. Fueron destruidos”.
–¿No eran suficientemente comunistas?
–¡No éramos nada comunistas! Estábamos estancados ideológicamente, según decían los comunistas...
Entre las fotos que adornan la casa de Rogelio García Lupo –esas en las que uno mira todos los días su vida, los amores, los chicos que crecen, los muertos queridos, una trayectoria—hay una en la que está con Gabriel García Márquez. Son ya dos tipos grandes y el colombiano le está dando un premio. Falta –“en esa época no nos sacábamos tantas fotos como ahora”— alguna en la que sean jóvenes, que tengan sus máquinas de escribir al servicio de la agencia de noticias de la Revolución Cubana, que tengan la vida por delante y un mundo mejor ahí nomás, para hacerlo a mano. Porque así fue: este hombre de 82 años que hoy saca cartas de Gabo de una carpetita, fue a finales de los 50 uno de los periodistas convocados para contar la Revolución sin intermediarios, para ser su voz. Prensa Latina era una iniciativa de otros dos argentinos: Jorge Ricardo Masetti –que la dirigiría– y el Che Guevara. Y en el equipo, además de García Márquez y García Lupo, estaba Rodolfo Walsh.
García Lupo se vinculó a Prensa Latina en junio de 1959, seis meses después del triunfo de Castro, y llegó a La Habana en agosto. Las calles hervían: con la revolución –que todavía no se había declarado comunista— Cuba se había sacado de encima al dictador Fulgencio Batista y una larga historia de dependencia de los Estados Unidos. “Era fantástica, inolvidable, irrepetible”, dice García Lupo. Con esos ojos había que contarlo todo, para eso estaba la agencia. Gabriel García Márquez fue su corresponsal en Bogotá primero, en Nueva York después.
-¿Los miembros de la redacción tenían contacto con los revolucionarios desde antes?
–Sí, claro, porque Masetti había estado en Sierra Maestra en el 58 –le había hecho la primera gran entevista a Fidel Castro ahí– y había traído una serie de certezas. Decía: “No son comunistas, quieren hacer una cosa democrática, son nacionalistas, antiimperialistas”. Ideológicamente no éramos más que eso.
-¿Y García Márquez?
–García Márquez venía de un período de periodismo muy intenso, había hecho un viaje para una revista a los países del Este, no había vuelto muy convencido de que le gustara ese modelo de socialismo. Decía: “¿Sabes una cosa? Lo que no puedo olvidar del mundo socialista es el dentífrico” ¿Dentífrico? “Duro como el cemento”. Nos divertíamos con sus relatos, siempre fue un gran narrador oral.
García Lupo estuvo en Cuba hasta 1960, aunque colaboró con Prensa Latina algunos años más. “Me fui porque había una enorme presión para que el grupo de argentinos perdiera poder. Estaban serruchando el piso del Che, lo llamaban trotskista, palabras que en esa época eran estigmas… Y el Che era difícil de serruchar, pero Masetti era más fácil. Y si lo serruchaban a él, caía yo, caía Walsh, caía Heberto Padilla…”
-En 1961 la Revolución se declara socialista. ¿Los sorprendió?
–No, ya teníamos la explicación geopolítica. La Revolución necesitaba un respaldo consolidado y se pagaba un precio. Los comunistas cubanos ocuparon posiciones. Se presentó como una cosa inevitable, eso era. O eso o nada, era muy frágil la Revolución, el mundo dividido en dos bloques tremendos, no se podía estar bailando en el medio
-¿García Márquez está ligado al comunismo cubano?
–No, a Fidel Castro.
–Cuando Heberto Padilla es encarcelado, en 1971, García Márquez no da su firma a la campaña por su liberación.
(Se trata del poeta que en 1968 ganó el Premio Julián del Casal, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, que lo publicó con una advertencia por considerarlo “contrario a la revolución”).
-Fue un sacrificio por la unidad ideológica de la Revolución dice García Lupo, en su sillón.
Dice que pasó tanto tiempo, tanto tiempo, que está tirando de los recuerdos. Pero los años de La Habana están en la casa. De ahí, del estante de las fotos, su mujer, Gabriela, saca otra foto: es ella, jovencísima, de uniforme: “Miliciana alfabetizadora en Cuba”, explica.
Y hay cosas que no se olvidan: “Cuando la agencia cumplió 40 o 50 años nos invitaron a una fiesta de conmemoración. Gabo me dijo: ‘No voy a esa fiesta mientras no me den una explicación de por qué destruyeron mis crónicas’. Ese material no está en ningún lado. Fue destruido.”