viernes, 17 de abril de 2015

Un año sin Gabo

Un año como cien de soledad
El autor de Cien años de soledad  era grande antes de morir y durante los últimos doce meses ya se ha convertido en leyenda
Gabitos. Desfile carnavalesco en homenaje al escritor, hace unos días en Cartagena de Indias./Joaquín Sarmiento/elperiodico.com
La muerte al escritor mortal la da una segunda oportunidad, saca de los cajones sus viejos libros, para entonces llenos de polvo, y empuja a sus lectores fieles a leerle de nuevo. Los homenajes, las placas y los panegíricos obran como un imán para reclutar creyentes, y durante ese tiempo de duelo, que suele ser corto, tiene lugar una forma de resurrección, literaria al menos, un pletórico periodo de celebridad que ya quisiera el muerto tener ojos para disfrutar. Gabriel García Márquez murió hace un año y todo lo que estaba previsto que ocurriera ha ocurrido, los homenajes, los panegíricos, las placas, pero en cierto modo era como una lluvia cayendo sobre mojado, toda vez que si había un escritor célebre, inmortal antes de morir, ese era el Nobel colombiano. Lo que la muerte le hace a un inmortal. Esa es la cuestión.
«Ya era tan famoso que con su muerte se desató un enorme afán de definitivamente endiosarlo, algo que no tiene nada que ver con el análisis objetivo y sí con la idolatría -dice el escritor y, en el más amplio sentido de la palabra, intelectual colombiano Conrado Zuluaga, autor de varios volúmenes sobre el Nobel y el hombre que desde hace unos años ostenta el título de ser el que más sabe de Gabo-. Se han dicho cosas como que desde que nació lo tenía todo, que desde chiquito escribía, que desde chiquito ya era cronista, que era el mejor periodista y el mejor padre y el mejor diplomático y el mejor todo. Como si todo lo hubiera tenido en bandeja, y no se dan cuenta de que el tipo se reventó la cabeza 20 años para aprender a escribir Cien años de soledad. ¡Veinte años! No tiene sentido, el tipo se vuelve inaprensible, al final resulta que no tiene nada que enseñarnos porque era un iluminado. Vamos hacia el endiosamiento, pero yo pienso combatirlo en la medida de mis posibilidades».

Veinte casas de barro y cañabrava

A esa idolatría la alimenta en parte la idea de que a los muertos se les perdona todo, lo cual con García Márquez tiene un valor especial, habida cuenta de todo el ruido que lo rodeó en vida y que no tenía nada que ver con literatura. «Aquí en Colombia el 50% de la gente no lo leía porque era amigo de Clinton, y el otro 50%, porque era amigo de Castro», dice Zuluaga. Pero la muerte depura, y deja en el camino lo que parecía importante pero al final no lo era tanto.
«Me parece que al morir García Márquez -dice la escritora colombiana Piedad Bonnett-, han ido pasando a un segundo plano las cosas que dieron lugar a debate cuando estaba vivo, sus posturas políticas, por ejemplo, y eso le hace bien a un escritor, favorece la literatura». Bonnett forma parte del triunvirato de comisarios responsables de dar forma a una de las ideas literariamente más audaces del año: construir Macondo. La Feria del Libro de Bogotá ha puesto en sus manos, en efecto, la tarea de convertir la «aldea de veinte casas de barro y cañabrava» en algo palpable, todo lo que verá la gente cuando entre en el pabellón que le corresponde al mítico pueblito en su condición de país invitado de honor de la edición de este año; que empieza el día 22. Cuando Gabo murió, la programación de la edición anterior ya estaba cerrada, y sus responsables apenas tuvieron tiempo de reaccionar, así que el verdadero homenaje tendrá lugar este año, con ese Macondo que todo el mundo quiere ver y una programación en la que abundan los coloquios, las charlas y las exposiciones sobre el Nobel.

Centro internacional en Cartagena

También forma parte de ese trío de curadores el director de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), Jaime Abello, una persona cercana al escritor colombiano y en no pocos sentidos uno de los responsables de gestionar su legado. ¿Qué le hace la muerte a un inmortal? Abello tiene una particular manera de verlo. «Yo tengo una alerta en Google News con el nombre de García Márquez, y no ha pasado un día desde que murió en que no salte su nombre. Para nosotros no ha sido un año de ausencia sino de presencia, así lo hemos sentido». Hace unos días, la fundación sacó a pasear por las calles de Cartagena a un carnavalesco grupo de Gabitos, todos vestidos con guayaberas blancas, que desfilaron primero en grupo y luego se desperdigaron por el laberinto de la ciudad vieja, con lo cual en un momento dado cualquiera podía toparse con un Gabo en cualquier esquina. Tal vez es la misma sensación que tiene el presidente de la fundación.
La muerte de su inspirador ha llevado a la FNPI y a su director a embarcarse en una tarea que no tiene mucho que ver con su objetivo básico, es decir, formar periodistas. «La fundación está comprometida ahora con el proyecto de sacar adelante lo que dispone la ley de honores a García Márquez aprobada en diciembre, en particular con la puesta en marcha en Cartagena de un centro internacional para su legado», dice Abello. Es una nueva línea de trabajo, y están trabajando en ello.
En la lista de iniciativas posteriores a la muerte del escritor destacan el premio de cuento que el Ministerio de Cultura de Colombia instauró el año pasado con el nombre del escritor, dotado con 100.000 dólares, y el documental que el realizador británico Justin Webster estrenó hace unas semanas, Gabo, cuya puesta de largo europea tuvo lugar en la reciente edición de Kosmópolis; también, por razones hermanadas con la polémica, la medalla de oro que le concedió a título póstumo el Ayuntamiento de Barcelona, en reconocimiento a la etapa barcelonesa del autor. «Creo que con la voluntad de empezar a corregir cosas -opina Xavi Ayén, autor de Aquellos años del boom-. García Márquez es un escritor que los barceloneses sentimos como nuestro, que vivió aquí y escribió aquí, pero que ha sido perjudicado por la decisión de la clase política de no considerarlo de los nuestros». ¿Qué le hace la muerte a un inmortal? «Gabo ya era una especie de santo vivo, y su muerte inevitablemente ha acentuado eso. No existe un proceso de beatificación laica, pero si lo hubiera estaríamos ahora en ello».

Muchos egos

Las librerías de Colombia están inundadas de libros sobre Gabo, pero la mayoría pertenecen a una categoría que ya es subgénero: Gabo y yo. «Mucha gente que tenía una foto con él ha escrito un libro con eso. Todo un subgénero: lo que a mí me pasó con García Márquez. En ese sentido ha habido mucho de oportunismo en lo que se ha publicado este año», dice Zuluaga. «Es un país de egos», confirma Bonnett. Pero no todo entra ahí. Los gabólogos rescatan libros como Soledad y compañía, de Silvana Paternostro, La soledad de Macondo y la salvación por la memoria, de Ana Cristina Benavides, y Macondo visto por Leo Matiz, por ejemplo, y dicen que son volúmenes que proyectan alguna luz nueva sobre el autor y su obra. Aunque lo más interesante está aún por suceder, dice Ayén. «Hay gente que quiere ser biógrafa de García Márquez y no se atreven a escribir aún para no molestar a la familia, pero con el tiempo seguro que saldrán cosas nuevas». Dos acontecimientos destacan en el horizonte: cuando Gerald Martin publique la versión ampliada de su biografía y cuando el archivo del escritor en la Universidad de Texas se abra al público. Allí está su correspondencia, y el borrador inacabado de su novela inédita, En agosto nos vemos.

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