viernes, 24 de abril de 2015

¿Quiénes imaginaron a Macondo en la Feria del Libro?

Un año como cien de soledad

Perfiles de artistas y curadores que participaron en la muestra

Andrés Burbano, Laura Villegas, Santiago Caicedo, Ariel Castillo, Piedad Bonnett y Jaime Abello Banfi./elespectador.com

Los artistas
 
Andrés Burbano
 
Es, a la vez, un investigador y un explorador de la relación que existe entre las artes, la ciencia y la tecnología desde diferentes perspectivas. Una de esas perspectivas que asume es la de artista. Realizador de cine y televisión de la Universidad Nacional, se graduó como doctor en Arte, Medios y Tecnología en la Universidad de California hace apenas dos años. En estos años, el trabajo de Burbano pasó de ser documentalista, a explorar el video, el arte sonoro y de las telecomunicaciones, hasta llegar a la exploración de narrativas cinematográficas algorítmicas.
 
El amplio espectro de su trabajo en el campo del arte digital le permitirá aportar la interactividad de todo el pabellón. Su idea es simple, pero compleja al tiempo: que los espectadores puedan adentrarse en espacios en los que podrán interactuar no sólo de manera física, sino a través de aplicaciones virtuales desde sus propios celulares con el mundo de Macondo, sus personajes, sonidos, olores y sensaciones.
 
Laura Villegas
 
Formada en artes escénicas y con una larga trayectoria en el diseño de escenografías y espacios interconectados en múltiples montajes de obras teatrales y grandes eventos culturales, es conocida por haber dirigido el arte y la escena de los cinco pisos del Espacio Odeón y por su labor como directora de arte del Teatro Nacional, el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, Casa Ensamble, Varasanta, Teatro Libre, Teatro Petra, L’Explose, La Gata Impro y el Festival Iberoamericano de Teatro, entre otros.
 
En la intervención virtual del espacio de Macondo fue la encargada de concebir cada uno de los espacios del recorrido del pabellón, de definir cómo se presentarían ante el público y de generar un ambiente, gracias a su conocimiento escenográfico, para que el espectador se vea inmerso en el mundo mítico de Macondo.
 
Santiago Caicedo
 
Es diseñador, arquitecto y realizador audiovisual, y se debate entre el diseño gráfico en movimiento, la animación, la estereoscopia y el cine. Sus cortos han participado en diferentes festivales alrededor del mundo y ha recibido varios premios internacionales, como en Los Ángeles, Nueva York, Tokio y París. Santiago, director de Timbo Estudio, ha montado proyectos audiovisuales como “La forma del caracol”, para el Planetario de Bogotá; el video Fiesta de Bomba Estéreo y hasta libros eróticos para la editorial Taschen.
 
En el pabellón de Macondo participa en el montaje de los espacios construidos por áreas. Gracias a su mirada, los espectadores podrán explorar con todos sus sentidos desde atmósferas visuales, auditivas, texturas, espejos, luces y hasta sombras que aluden a espacios y personajes que transportarán sensorialmente a la obra de Gabo, tomando como referente primordial Cien años de soledad.
 
Los curadores
 
Ariel Castillo
 
Es profesor en la Universidad del Atlántico de Barranquilla. Fue el ganador del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar en 2002 y es el autor del libro Rafael Escalona. Encantos de una vida en cantos, publicado por la Fundación La Cueva. Asimismo, es magíster en Letras Iberoamericanas en la UNAM de México y cuenta con un doctorado en Letras Hispánicas en El Colegio de México. Pero además, es un profundo conocedor de la obra de Gabriel García Márquez y ha dictado cátedras y talleres sobre el universo femenino del nobel, su relación con el vallenato y su legado, entre otros temas.
 
Para Castillo, el mejor homenaje que se le puede hacer a Gabo es la lectura y la reflexión sobre su obra, y sus mayores legados son su mirada sobre lo caribe, su disciplina y su sentido del humor. A partir de su conocimiento de la obra del escritor nacido en Aracataca, Castillo aportó su rigor académico y la profundidad de su conocimiento sobre el universo macondiano para desanudar las claves básicas de la obra del nobel.
 
Piedad Bonnett 
 
Es una de las más importantes poetas y narradoras de Colombia. Licenciada en Filosofía y Letras de la Universidad de los Andes, es allí mismo profesora en la Facultad de Artes y Humanidades. Ha incursionado tanto en la poesía como en el teatro y la narrativa, todas ellas profundamente vinculadas a su experiencia personal como mujer, madre y habitante de un país de desigualdades y violencias. Con el libro de poemas El hilo de los días ganó el Premio Nacional de Poesía de Colcultura y con el poemario Explicaciones no pedidas ganó en 2011 el premio Casa de América de Madrid. Sus novelas El prestigio de la belleza y Lo que no tiene nombre han tenido gran repercusión.
 
Frente a Macondo, Piedad Bonnett ha sido la creadora que ha depurado las discusiones grupales y ha llegado a definir los conceptos finales para que el grupo de artistas aborde la interpretación del espacio. Y además, la que permeó el espacio del pabellón como un reflejo del país en que vivimos, en el que el eterno presente del libro defina una segunda oportunidad sobre la tierra para los que nos enfrentamos a un futuro incierto. 
 
Jaime Abello Banfi
 
Este barranquillero es el director de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano¸ la entidad creada y presidida por Gabriel García Márquez para trabajar en la formación y perfeccionamiento de los periodistas de los países iberoamericanos. Antes de ello, Abello se recibió como abogado en la Pontificia Universidad Javeriana y dedicó la mayor parte de su vida profesional a la industria de los medios de comunicación, ya fuera como asesor del Gobierno en materia de televisión y cine, ya como director de Telecaribe¸ el canal regional de televisión del Caribe colombiano.
 
Su proximidad con García Márquez, así como su cercanía con sus amistades y las personas que trabajaron con el escritor, le permitieron servir de enlace curatorial para entablar los contactos académicos que alimentarán la programación del pabellón de Gabo y aportar su conocimiento para definir las bases del universo macondiano.

La tierra dividida de Faulkner

Un año como cien de soledad

El condado apareció por primera vez en una novela de William Faulkner, Premio Nobel de Literatura en 1949,  que nunca fue publicada en su edición original: Con Banderas en el polvo

Ciudades Imaginarias.Ilustración Eder Leandro Rodríguez./elespectador.com

Su aparición oficial ocurrió en Sartoris, una versión abreviada de aquel primer manuscrito. El condado apareció de nuevo en Absalom, absalom, El sonido y la furia, Mientras agonizo, Santuario, Luz en agosto y otras tantas. La palabra significa “tierra dividida”, aunque Faulkner solía decir que era una combinación de palabras de la lengua nativa chickasaw que decían: “Agua que fluye lenta por la pradera”.
Sus paisajes están llenos de granjas, viejos camiones, campesinos y largos caminos soleados. Esta ciudad imaginaria fue esencial para que Gabriel García Márquez creara Macondo, una tierra con muchos puntos y personajes similares. Sus ríos son torrentosos, pero un grupo de esclavos se encargó de crear un caudal más seguro en otro tiempo.
Sin embargo, en Mientras agonizo, sus personajes no pueden cruzarlo porque se ha desbordado y es imposible transportar el cuerpo de Addie Bundren, dispuesto para la ceremonia en un cajón de maderas arbitrarias y que ya empezaba a expeler un riguroso olor a muerte. Sobre el condado, Faulkner dijo en una entrevista en Paris Review: “Puedo mover a los personajes como si fuera Dios no sólo en el tiempo, sino también en el espacio (...). Me gusta pensar que el mundo que creé es una piedra fundacional en el universo, de modo que, con todo lo pequeña que resulta esa piedra, si la quitaran, el universo colapsaría. Mi último libro será el Libro del día final, el libro dorado, del condado Yoknapatawpha”.

Oro en polvo narrativo

En el extraordinario blog que tiene sobre Gabriel García Márquez, Fernando Jaramillo reproduce un artículo de Ignacio Ramonet sobre nuestro Nobel

Gabriel García Márquez, autor colombiano de Cien años de soledad./facebook
Díganme si esta anécdota que cuenta el director de Le Monde Diplomatique no es oro en polvo narrativo:
Yo volvía de Cartagena de Indias, suntuosa ciudad colonial colombiana; había divisado su casona tras las murallas y había hablado con él al respecto. Me preguntó: “¿Sabes cómo adquirí esa casa?”. Ni idea. “Desde muy joven quise vivir en Cartagena –me contó–. Y cuando tuve el dinero, me puse a buscar una casa allí. Pero siempre era demasiado caro. Un amigo abogado me explicó: ‘Creen que eres millonario y te aumentan el precio. Déjame buscar por ti’. Unas semanas después, encuentra la casa, que en ese entonces era una vieja imprenta casi en ruinas. Habla con el propietario, un ciego, y entre ambos acuerdan un precio. Pero el anciano pone una exigencia: quiere conocer al comprador. Viene mi amigo y me dice: ‘Tenemos que ir a verlo, pero no debes hablar. Si no, en cuanto reconozca tu voz, triplicará el precio… Él es ciego, tu serás mudo’. Llega el día del encuentro. El ciego empieza a hacerme preguntas. Le respondo con una pronunciación indescifrable… Pero, en un momento, cometo la imprudencia de responder con un sonoro: ‘Sí’. ‘¡Ah! –salta el anciano–, conozco esa voz. ¡Usted es Gabriel García Márquez!’. Me había desenmascarado… Enseguida agrega: ‘Vamos a tener que revisar el precio. Ahora, la cosa es diferente’. Mi amigo intenta negociar. Pero el ciego repite: ‘No. No puede ser el mismo precio. De ninguna manera’. ‘Bueno, ¿cuánto, entonces?’ –le preguntamos, resignados–. El anciano reflexiona un instante y dice: ‘La mitad’. No entendíamos nada… Entonces, nos explica: ‘Ustedes saben que tengo una imprenta. ¿De qué creen que viví hasta ahora? ¡Imprimiendo ediciones piratas de las novelas de García Márquez!’”.