Como todo el mundo, los grandes escritores quieren a sus amigos y
les escriben ahora, mails, y, antes, cartas. Eso es lo que se está
leyendo ahora, las cartas del mexicano Carlos Fuentes y sus amigos y
colegas, Julio Cortázar, el premio Nobel colombiano Gabriel García
Márquez, y el Nobel mexicano Octavio Paz.
Semejante
correspondencia es, claro, noticia: las cartas están guardadas en la
Universidad de Princeton y se abrieron a la consulta el jueves pasado,
luego de 19 años de permanecer cerradas. La universidad compró las
cartas en 1995 y, por pedido del escritor, selló algunas cajas de
correspondencia. A dos años de su muerte, las abrió.
De Cortázar,
se pudieron consultar unos 60 sobres. Allí se aprecia el estrecho lazo
que los unía. La relación empezó cuando el mexicano le escribió al
argentino para invitarlo a colaborar a la Revista Mexicana. En su
correspondencia, ambos elogian los libros del otro; Fuentes le dedica
largos encomios a Rayuela, Cortázar a La región más transparente.
También se contaban los viajes que hacían o comentaban su afecto por
Octavio Paz. Conmueve, según cuentan quienes la vieron, la letra
temblorosa del argentino en la última carta que le mandó a Fuentes: le
dice que su enfermedad no le permite escribir mucho. Y agrega que lo
extraña.
García Márquez, el otro destinatario de las cartas de
Fuentes, le mandaba textos llenos de bromas, además de comentar los
temas que preocupaban a los escritores de la época: la Revolución
cubana, los movimientos estudiantiles, la literatura de la región.
Con
Octavio Paz lo unió una relación de mutua admiración y de necesidad de
conocer la opinión del otro: hablaban de los sucesos políticos, de sus
familias. Y, por supuesto, de sus obras, el tema favorito de todos los
escritores de todos los tiempos.
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