jueves, 9 de julio de 2015

Los demonios de Gabo

Otro privilegio que le debo a la publicidad, más valioso que el oro y el moro de las conquistas: el acceso al conocimiento de los originales inéditos de la última obra de García Márquez, Del amor y otros demonios
Del amor y otros demonios, de Gabriel García Márquez./elpais.com.co

La editorial Caza de Libros, que dirige en Ibagué Pablo Pardo, entre su numerosa cochada de libros para la Feria que se avecina, lanzará El Excelentísimo Gabo y los burros costeños, volumen segundo de la saga o poema-río Los días contados, que él suscrito viene trabajando en 12 volúmenes. El presente tomo de 140 páginas reúne anécdotas relativas a encuentros con el nobel o a escritos sobre su vida y sus obras, a más de picarescos escritos acerca de Cuba y de la costa caribe. Con la venia del periódico presento uno de los textos, que yo llamo Naditaciones, género transgenerista propuesto desde principios del nadaísmo por Gonzalo Arango y Amílcar U:

Otro privilegio que le debo a la publicidad, más valioso que el oro y el moro de las conquistas: el acceso al conocimiento de los originales inéditos de la última obra de García Márquez, Del amor y otros demonios, que con tanto bombo como platillos anuncia el Grupo Editorial Norma a todo el orbe por donde el idioma español se entienda.

Hacerle publicidad al autor más famoso del mundo, y a una de las obras más bellas que se han escrito con teclas sobre la tierra, es misión que si no excede mis fuerzas sí por lo menos me deja muy debilitado. Desde el temblor en las manos al acoger las tiras digitalizadas con el portento, la inmersión sin gafas en su lectura penumbrosa las mismas horas que se requieren para abarcar los cuatro evangelios, el encuentro con ese personaje cenital que es Sierva María de Todos Los Ángeles, doncella mártir de 12 años como Ana Frank, la Lolita de Nabokov y mi veneranda María de las Estrellas, hasta encontrar el concepto de presentación a los cuatro vientos de esta obra de los mil demonios, es haber sido presa de la emoción más trémula que pueda vivir un poeta sin salvavidas en el mar de las comunicaciones.

Con un lenguaje que daría más lustre al Siglo de Oro, palabras de la época de la Santa Inquisición en Cartagena de Indias para dar la impresión de que la obra pudo ser escrita por un testigo atormentado de los sucesos calientes, apoyado en Garcilaso de la Vega para solventar la endecha amorosa, García Márquez ha escrito un libro digno de figurar en el Índice, si esta doliente página de la historia, de las letras y de la Iglesia no hubiera sido doblada.

Un perro muerde con rabia a una niña en una plaza de mercado, la niña es hija de un marqués pero dejada de la mano de Dios al cuidado de los esclavos; en la confusión de la búsqueda de la cura se la considera poseída por el demonio; la Iglesia despliega sus exorcismos; el sacerdote encargado de sacarle del cuerpo al enemigo malo se enciende en una pasión nefanda por la criatura; se filtra por las noches en la prisión del convento para perpetrar con todo lirismo su obsesión enfermiza; es sospechoso de herejía y condenado por el Santo Oficio, pero por gracia especial cumple su castigo como enfermero en el Hospital del Amor de Dios donde se revuelca con los leprosos en un inútil afán expiatorio por contraer el mal, y la niña muere de amor ad portas de la sexta sesión de exorcismos mientras de su cabeza rapada comienzan a crecer los cabellos, que cuando 300 años después el reportero García Márquez es testigo de la apertura de las criptas en el Convento de Santa Clara, es ya una espléndida cabellera de 22 metros con 11 centímetros.
De amor, sería de la única enfermedad que debiera morir la gente. Así sea de un amor tormentoso o de un amor imposible. Ya sabemos por el poeta que no hay ningún amor feliz.

La conclusión de la obra podría ser que, si existe el demonio, lo ha creado la Iglesia, y si existen los endemoniados es porque la Iglesia, a golpes de torturante exorcismo, lo insufla en el alma de los presuntos

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